Test de integración sensorial ¡averigua!

Aprender con amor II.

Jill Kern y su hijo Jackson, que padece síndrome de Down, se miran a los ojos durante una sesión de yoga. Según Jill, tenerlo en las clases fortalece su vínculo y ayuda a que su bebé fije mejor la mirada.

Foto: Lynn Johnson

El cerebro infantil necesita amor para desarrollarse.

Lo que nos sucede en nuestro primer año de vida es determinante…                              

¿Como pasamos de no tener Capacidad Visual al nacer, a crear un amigo imaginario a los 5 años?, ¿que nos permite pasar de 100.000 neuronas, a una malla neuronal de cientos de billones? ¿qué es la poda sináptica?…La respuesta es sencilla, Estimulación Múltiple de calidad (Amor, Pasión y Diversión), Refuerzo y repetición para alcanzar Velocidad y Eficacia en el Desarrollo del Procesamiento y por tanto en las Respuestas ante los retos de la vida.

PARTE 2

Indagando en el cerebro infantil con las nuevas técnicas de diagnóstico por imagen, los científicos empiezan a desentrañar el misterio de cómo un niño nace sin apenas capacidad visual y se convierte en una criatura capaz de hablar, montar en triciclo, dibujar e inventar a un amigo imaginario a los cinco años. Cuanto más se sabe sobre la adquisición de capacidades lingüísticas, numéricas y de comprensión emocional en el transcurso de ese lustro, mejor se comprende que el cerebro del bebé es una portentosa máquina de aprender. Su futuro –en gran medida– está en nuestras manos.

Si la metamorfosis de un conjunto de células en un lactante es uno de los grandes milagros de la vida, tanto o más lo es la transformación de un recién nacido desvalido en un preescolar que camina, habla e incluso negocia la hora de irse a la cama. Mientras preparaba este reportaje, presencié el milagro con mis propios ojos al observar cómo mi hija dejaba de ser un bulto inquieto sin más actividad que llorar de hambre y se convertía en una vivaracha niña de tres años que insiste en ponerse las gafas de sol antes de salir a la calle. El florecimiento de sus habilidades intelectuales y emocionales ha sido una cadena de maravillas que hace que me admire más aún ante la destreza con que el cerebro del bebé va asimilando el mundo que lo rodea.

Aprender con Amor 7

Beatrice Anderer, de un año y con una enfermedad genética que le impide caminar, monta en un coche que le proporciona mejores oportunidades para el desarrollo lingüístico y social que una silla de ruedas. Foto: Lynn Johnson

Los hitos del desarrollo de mi hija sonarán a cualquier padre que me lea. A los dos años era consciente de que por la acera no era obligatorio ir de mi mano; me la daba solamente a la hora de cruzar. A esa edad aprendió a tapar el desagüe de la bañera con el talón para convertir lo que iba a ser una ducha rápida en un baño lúdico. Antes de los tres años conversaba extensamente.

Pese a llevar milenios criando niños, apenas empezamos a entender los pasos de gigante que dan los bebés en cuanto a habilidades cognitivas, lingüísticas, de razonamiento y de planificación. El vertiginoso desarrollo que experimentan en sus primeros años coincide con la formación de una vasta malla de circuitos neuronales. Al nacer, el cerebro tiene casi 100.000 millones de neuronas, tantas como en la edad adulta. Conforme el bebé crece, recibiendo una avalancha de información sensorial, las neuronas se conectan entre sí: a los tres años las conexiones neuronales se cuentan por cientos de billones.

A base de tareas y estímulos diversos, como oír una nana o alargar la mano para coger un juguete, se van estableciendo distintas redes neuronales. Los circuitos se refuerzan a través de la repetición. La vaina que reviste las fibras nerviosas –hecha de un material aislante llamado mielina– se engrosa en las rutas de uso frecuente, haciendo que los impulsos eléctricos viajen más deprisa. Los circuitos que no se utilizan mueren al interrumpirse las conexiones, un fenómeno conocido como «poda sináptica». Entre los doce meses y los cinco años, y de nuevo en el primer estadio de la adolescencia, el cerebro atraviesa ciclos de crecimiento y reestructuración en los que la experiencia desempeña un papel fundamental a la hora de definir los circuitos que permanecerán.

fuente:  National Geographic España